V Energy Drink

V Energy Drink lanzaba su producto SugarFree, el primer energizante sin azúcar del mercado. La rareza que, al igual que su azúcar, el presupuesto era 0.
Otra de las cosas a tener en cuenta es que SugarFree se lanzó en pleno invierno, algo anormal para un producto de las características de un sin azúcar.
A través de una serie de posts en Facebook, se buscó darle personalidad a la lata mediante titulares que jueguen con esta cuestión al igual que con las características del público objetivo. Se logró un importante engagement con sus usuarios y un rápido reconocimiento de la nueva línea entre sus 170 mil seguidores de la red social.

















Lucas


Présteme atención una sola vez. no más que eso. No sé quién es este gil que escribe todo lo que ordeno pero es la única conexión que tengo con el mundo real. Es mi catalizador, mi única esperanza de volver y el tiempo no me está sobrando.
Resulta que la semana pasada tuve que seguir de largo, pasarme toda la noche estudiando, para después entrar al laburo y al hacerse de noche otra vez estaba muerto de sueño. Pero recibí la llamada de un amigo y por eso accedí a vernos. Empezamos tomando un fernet, prendimos uno y rápidamente me pasé de rosca con el sueño. Está más que claro que necesitaba dormir, al día siguiente volvería a trabajar y si no dormía no sería productivo.
No digo que sea Henry Ford, pero con un poco de descanso te soy bastante rentable.
En fin, a mi amigo no se le ocurrió una mejor idea que recomendarme que tome unas pastillas para dormir, ya que estaba tan pasado de sueño que otra vez andaba con insomnio.

Se fue, tomé dos pastillas y me tiré a la cama. Dormirme me habrá llevado unos 5 minutos. O segundos, yo qué sé, la cuestión es que de repente ya estaba cansado.
Y comienza mi primer sueño: abro los ojos y una batalla terrible, completamente épica de mujeres desnudas contra lobos feroces parados en dos patas y bien musculosos, semi-hombres. Explosiones, lásers, gritos, rugidos e incluso música, un mix bastante jodido.
No se confunda ni se deje llevar por las emociones que normalmente tendría en el mundo real: no sabía de qué lado pararme, porque en primer lugar las mujeres estaban destrozando a estos otros seres horribles. Donde veía, una mujer le arrancaba una cabeza, clavaba un espadazo, trituraba con un láser o aplastaba con un súper tanque a algún lobo.
En segundo lugar, yo no soy mujer ni estaba desnudo, y si me ponía de su lado y de repente me convertía en una mujer desnuda? Y fue en plena duda que, como pasa con los sueños, las cosas mutaron: esas mujeres y lobos se convirtieron en un partido de fútbol, y de repente el planeta extraño era un estadio repleto de hinchas que coreaban mi nombre.

No lo dudé un sólo segundo: pido la pelota, me la pasan y empiezo a encarar y desparramar rivales. Tiro un caño, un par de paredes con varias estrellas de allá. Cuando estoy a punto de hacer el gol, un monstruo de aproximadamente unos 35 metros de altura se hace presente creando un pánico sin igual. Era el inicio de una nueva historia.
Ahora resultaba que tenía que escapar de esta especie de dinosaurio, y para hacerlo me subí a un auto que había en la calle. Para qué, digo yo. Era obvio que cuando me subiría al auto empezaría otra historia. Y así fue. De repente estaba corriendo una carrera, esquivando accidentes, trompos, gente que se tiraba a la pista en plan suicida, chicas pulposas que como si fuera un recital de rock me mostraban las tetas.
Como se imaginará a esta altura, nunca pude terminar la carrera, porque así son los sueños, la mente y los deseos van cambiando tanto que rápidamente no son nada hasta no cumplir uno nuevo.

Y bueno, si bien no está tan bueno estar atrapado en un sueño, emociones no me faltan. Allá en el otro mundo yo era Lucas, un pibe de apenas 22 años. Seguro mis viejos deben andar preocupados, mis amigos embolados y mi novia bastante caliente. Pero si alguien conoce a unos padres que están buscando a algún Lucas, díganles que supieron de mí, y que estoy bien, adaptándome a vivir cada una de mis historias. Díganles también que conocí mucha gente famosa, y que ya llevo salvando al mundo unas 15, 20 veces. Soy lo que podrían decir ellos un orgullo.

Nosten




























Nosten son mobiliarios contemporáneos y globales. Estos mismos muebles que se consiguen en Rosario, se pueden encontrar en las mejores casas de Europa. Es por eso que la comunicación rodeó la idea de globalidad, con titulares sobrios.

Este trabajo fue publicado en el prestigioso sitio Ads of the World.

Rosario Inn Hostel






Trabajo publicado en Ads Of The World.

El 127

Buen día señora. A pesar de desconocer el momento en el que usted se dispone a leer esta carta, no quería dejar de desearle un gran día. Así sean las 11:40 de la noche, es sabido que en unos minutos te pueden alegrar todo un día. Así que repito: buen día.

Antes que nada, permítame disculparme. Entiendo que usted ya tiene esquematizadas y ocupadas cada una sus horas. Así que agradezco al mismo tiempo la molestia de seguir leyéndome.

Escribo porque estoy feliz. No es un estado normal en mi cuerpo, así que podríamos decir que es una noticia, al menos desde los últimos 15, 20 años. Usted sabrá lo difícil que es reconocer una sonrisa en mi rostro.

Conocí una mujer. Qué digo una mujer, es una diosa. No piense que le estoy cuenteando, es completamente despampanante. Cuando la conocí estaba en un colectivo, yo venía obnubilado por ciertas situaciones del trabajo, unas peleas con Gorticelli, moneda común desde que ingresé en esa agencia. Pero de repente en una parada, se empezó a sentir algo distinto hasta en la manera de frenar del colectivero. No lo dude señora, se debía todo al aura de esta mujer. Qué digo mujer, esta diosa.

La puerta se abrió y los rayos del sol le daban desde la espalda, a unos 45 grados. No hablo de temperatura, sino de geometría. Aunque debo reconocerlo, esta mujer cambió por completo el clima de todo el vehículo. De repente los hombres comenzaron a sentarse derechitos, como demostrándole que a su lado había un asiento libre. Cada paso que daba ella era un asiento que descartaba, y por lo tanto un pasajero que veía pasar un boleto ganador de la lotería ante sus ojos.

Usted sabe, no me gusta sentarme en los colectivos. Paso más de ocho horas diarias sentado frente a una computadora. Lo mejor para mi cuerpo, ojos y mente es ir parado atrás, colgadito de las manigeras, siendo sacudido por los movimientos (a veces muy bruscos) del vehículo, apoyando la cabeza sobre la luneta y sintiendo las vibraciones del vidrio en mi occipital. Es algo que hago desde que soy muy chico, cuando utilizaba el colectivo para ir a practicar fútbol, tenis y tantos deportes que el tiempo se encargó de hacerme entender no habían sido inventados para mí.

En fin, a que no sabe dónde fue a pararse este pedazo de cielo hecho mujer. Está bien, si se lo digo así, lo dejo muy obvio. Sí, se paró al lado mío.

¡Si usted viera las caras de los demás hombres! Nunca me sentí tan envidiado. Y reconozco que si bien no me gusta andar ostentando nada, sonreí, como sobrando la situación.

Usted debería haber visto cómo caminaba esa mujer, con una seguridad digna de una abogada, de esas que se llevan el mundo por delante. Sólo que esta mujer parecía hacerlo además con una dulzura pianta-corazones. No, no estoy seguro que sea abogada. Pero que estudió una carrera universitaria no hay ninguna duda.

Llevaba un brillo en sus ojos verdes que durante un momento me hicieron creer que eran grises claros. Usted sabe cómo me gusta el brillo en los ojos de las personas. Hacen sentirme que hay alguien ahí, señora.

Se notó enseguida que sabe lo hermosa que es. De no ser así, nunca hubiera sonreído como lo hizo al pararse al lado mío, acomodándose su hermoso, suave y sedoso pelo al mismo tiempo, mientras se le marcaban los hoyitos en las mejillas. Un movimiento que requiere mucha técnica, pero sin dudas mucha práctica. Hasta le confieso que lo ensayé camino a casa.

Estaba dispuesto a hablarle cuando una frenada sacudió el colectivo, casi como callándome a propósito. Parecía que el destino me decía que no hable, que admire en silencio lo que estaba aconteciendo.

De todas maneras, necesitaba hacer un movimiento, marcarle que yo estaba ahí, a su lado. Porque no tengo dudas, para mujeres como esas, el resto del mundo es completamente invisible.

Se acercaba mi destino, y todavía no había hecho nada. Me sentía un nene, de esos que todavía no quieren reconocer que les gusta una niña y les dice a sus compañeros que a él lo único que le interesa es el fútbol, aunque por dentro se muera por hablar con la chica de sus sueños.

Se pasó mi parada. El chofer, que es el mismo chofer desde que tengo memoria y me subo a ese colectivo, me miraba de reojos a través del espejito retrovisor. Sentí el odio de su mirada, me estaba mordiendo cada poro de mi piel. Me pedía con sus ojos al mismo tiempo que me baje y me aleje de ese encanto, que no la merecía. Pobre, me dio mucha lástima.

Uno a uno se iban bajando los demás pasajeros, resignados a su suerte. Más bien, a la mía. ¿Sabe que sentía señora? Sentía que estaba en una mesa inmensa de póker, y que yo poseía casi todas las fichas de la partida. Me sentía invencible. Y se nota que los otros notaron lo mismo, porque al cabo de unos minutos sólo nos encontrábamos el chofer, ella y yo.

Estaba pensando qué decirle, cuando sus labios se desprendieron y emitieron un sonido, dirigido a mí. No me dí cuenta por el sonido, sino porque sus ojos brillosos me estaban apuntando, llegando hasta el otro lado de mis retinas. No la escuché, estaba completamente embelesado.

-Permiso – repitió mientras con su mirada me hizo notar que yo le estaba tapando el paso, y ella quería bajarse. Ahora sí la escuché, su tonito si bien dulce denotaba un leve nerviosismo. Usted no sabe cómo me entró a latir el corazón! La estaba perdiendo, señora. Se me alejaba, y yo no pude ni sacarle el nombre.

Se me fue, y no hice nada.

Lo primero que hice fue mirar atónito, aunque más bien destrozado, al espejito retrovisor del chofer. Su sonrisita triunfal no me gustó para nada, pero qué iba a hacer. Ahora quedábamos él y yo.

- Terminó el recorrido, señor- me dijo al cabo de unos minutos.

Bajé con la tristeza y desolación del que se acaba de perder algo mucho más importante de lo que alguna vez pensó iba a toparse. Entré a caminar y el colectivo se alejaba, cuando me dí cuenta de una cosa. No tenía la menor idea de dónde me encontraba, pero estaba muy cerca de ella, a pesar que no sé si vive por aquí o simplemente estaba visitando una amiga, o un cliente, o haciendo unos mandados.

Así que aquí me encuentro, en el medio de la nada, preguntando a los habitantes de este lugar dónde estoy, y dónde está esa mujer. Pero nadie dice conocer a ese encanto -incluso me tratan de mentiroso- y mucho menos decirle a una persona que ellos desconocen cuál es el lugar donde ellos viven. Aquí hay mucha gente desconfiada, señora.

La conozco muy bien y sé que desde las primeras líneas se imaginó hacia donde apunta esta carta, señora. Quiero el divorcio. Necesito el divorcio. No lo tome a mal, pero requiero mucho tiempo libre. Necesito saber quién era esa muchacha, y la mejor forma es quedándome aquí, donde sólo Dios sabe dónde estoy.

Tannery


Trabajo Realizado para la Estacionalidad Día del Padre 2009.

Dunod Inmobiliaria





















La inmobiliaria Dunod lanzó una Tarjeta de Beneficios para todos sus inquilinos.
Ofertas, descuentos, regalos. Todo esto provoca que cada cliente de Dunod sea una versión mejorada de sí mismo, pudiendo acceder a lo que necesite a un precio mucho más accesible.

Goffo College - Vuelta al Cole


Goffo College es calzado para Pre-teens. En la estacionalidad "vuelta al cole", se decidió lanzar una promoción que contemplaría el sorteo de un iPod Nano.
El link de la vuelta al cole para la promoción fue que el primer día de clases existe un reencuentro entre compañeros. Y al mismo tiempo, se cuentan todas las historias del verano, descabelladas e increíbles.
Un iPod Nano o una Play Portátil (2do aviso), dejarían sin historias al resto de los chicos del curso, y centrarían la mirada en estos dispositivos.

Strood Bar

















Strood es un Bar Inglés. La idea consistía en hacer del bar una cultura inglesa bien latente, con sus antinomias día/noche. Es por eso que se usaban personas que eran muy distintas entre sí, a pesar de pertenecer al mismo rubro y dentro de la misma cultura.

Base de Datos





Base de Datos es un programa de Radio que combina información Económica y de Negocios. En 2009, agregó además información política. Es por eso que había que comunicarlo.
La idea consistía en que este año era un año de crisis y de elecciones, por lo que no era una opción viable mantenerse desinformado.
Es por eso que bajo el claim "poné en crisis a la crisis", se veía el lado del vaso medio lleno, al cual se puede acceder informándose. Titulares que son negativos, pueden ser vistos como una oportunidad económica.

Vahumê Salutación Navidad
















Vahumê son muebles de oficina para ese lugar mal llamado trabajo. Es por eso que para la Navidad del 2008, no quiso dejar de recordarles a la gente que trabaja en oficina que durante dos semanas sus jefes iban a tener el corazón un poco más blando.

Cámara Inmobiliaria de Rosario - Opción 1



Cámara Inmobiliaria de Rosario - Opción 2



Para promover que la gente invierta en ladrillos, Cámara Inmobiliaria de Rosario necesitaba de una campaña.
Es por eso que la idea se centró en pensar las posibles anteriores fallidas a la hora de invertir de una persona, bajo el claim "La economía da lecciones. La vida da revanchas."


Cámara Inmobiliaria de Rosario - Opción 3



Otra de las opciones presentadas para la misma campaña de Cámara Inmobiliaria consistía en un testimonial, de una persona que realizaba un discurso, marcado de esperanza (por eso los colores a lo Obama).

El minuto final.

No recuerdo cuáles eran los tiempos en los que transcurrió esta historia, porque todos decidimos borrarla completamente de nuestra mente. Pero la memoria es engañosa y a veces se esconde tan bien para evitar ser olvidada que en cualquier momento puede regresar a abrumarnos. Como me ocurrió a mí desde hace un tiempo.
Es por eso que me vi obligado a narrarla. Me viene atormentando durante noches, preguntando y cuestionándome si debería callarme o no.
Lector, si usted es una persona que vive tranquila, si cree que la vida está bien como está, si no quiere tener una nueva complicación, una razón más por la cual angustiarse, no siga leyendo. Sólo permitame decir: hay angustias que son tan necesarias que uno termina disfrutándolas (posteriormente, claro).

Sé la razón (en realidad, la recuerdo) por la cual vivimos encerrados. Por la cual el Gran Domo no nos deja cruzar las fronteras de nuestro país.
Nosotros, por más que suene raro, fuimos un país “futbolero”(término que se le da a un deporte conocido como fútbol -del inglés foot-ball, porque se jugaba con los pies, aunque algunos elegidos lograban hacerlo también con la cabeza-). Amantes totales. Todos. Absolutamente todos.
El fútbol formó parte de nuestra historia nacional. Y cómo. Puedo comprender que le resulte muy difícil de creer, pero espero poder rescatar algún recuerdo. Pasarella. Kempes. Maradona. Batistuta. Verón. Mascherano. Messi. Estos apellidos tan raros, que tan poco transmiten en comparación a los tan amados e indiscutidos Gladiadores del Pato como Irrazabalaga, Arismendi o la dupla mortífera López-López, en realidad fueron grandes estrellas mundiales. Mucho más reconocidas que nuestros tan admirados íconos nacionales.
Sí señor. Créalo. Acá la gente transpiraba fútbol. No importaba ni la edad ni el sexo. Todos. Y éramos muy buenos. Pero pecamos en creernos nuestras habilidades, y sentirnos dioses. Nadie era (creíamos) mejor que nosotros. Incluso los brasileños, adjetivo gentilicio utilizado para Brasil (un país ubicado muy cerca nuestro), querían (creíamos) alcanzarnos.
Y existían templos gigantes, descomunales, hermosos, donde no cabía un alma ante cada misa deportiva. Lugares donde las masas decidían reunirse para poder gritar, cantar, llorar, reír, sufrir y gozar con este verdadero espectáculo.
El Estadio Nacional de Pato, donde cada año se produce el evento más importante de nuestro país (la Final de la Liga Nacional de Pato), en realidad era el Estadio Monumental de Núñez, perteneciente a River Plate, uno de los mayores clubes no sólo de Argentina, sino también del mundo.
El poco concurrido Estadio de Hockey Sobre Hielo de Almagro (deporte que pasó sin pena ni gloria por nuestro país), pertenecía a un club llamado San Lorenzo de Almagro. El basural nacional, donde todos nuestros desperdicios son depositados, era el estadio del equipo archirival de River Plate, pero por alguna razón no puedo recordar el nombre de dicho club. El hoy espacio verde dedicado a los empleados gubernamentales, era conocido como el Cilindro de Avellaneda, perteneciente a una empresa llamada Blanquiceleste S.A., con la cual siempre mantenían alguna que otra relación. Podría seguir con muchos ejemplos, pero no quiero desviar la atención de mis intenciones.
El fútbol les daba de comer a todos. No sólo a futbolistas y a hinchas. Las botineras, eran mujeres que enamoraban a deportistas, a cambio de una jugosa billetera. Los representantes de fútbol corrían mucha mejor suerte que los de Pato, con cifras mucho más numerosas y mayor reconocimiento.
En la cancha, no se vendían el popular locro o las empanadas caseras que hoy tanto rédito dan en cada encuentro deportivo, sino una artesanía gastronómica conocida como chori, la cual combinaba el chorizo vacuno con un pedazo de pan.
Usted se preguntará qué tendrá que ver el fútbol con el domo. Hagamos memoria. Cada cuatro años, se producía la Copa del Mundo. Ante cada Copa, nos uníamos como país como nunca, como en ninguna otra ocasión, y nos ilusionábamos con que íbamos a salir campeones, que esta vez sí, que con todos los jugadores que tenemos jugando en el exterior, en las mejores ligas, y que con el momento de nuestra estrella, y que… etc, etc. Cuando quedábamos fuera del certamen, las calles, las nubes y las caras se teñían de gris.
Resulta que existió una vez que no sólo no ganamos la Copa, sino que logramos alcanzar lo (que creíamos) imposible.
Durante toda una eliminatoria sufrida, donde la Selección Nacional se mantenía semi fuera del Mundial, la gente se autoconvencía pensando, imaginando “esto se arregla debajo de la mesa”, o “no hay chances que quedemos fuera” o el clásico: “Dios es argentino, él nos va a clasificar”.
Llegamos a la última fecha con chances. Dependíamos sólo de un empate. Un empate nos depositaba en Mozambique, lugar donde al año siguiente se jugaba el tan ansiado Campeonato.
Pero enfrente nuestro teníamos justo a nuestro rival de toda la vida: Brasil. Hábiles, dúctiles malabaristas del balompié, estrellas megalácticas, alegres, divertidas y contagiosas del arte esférico.
El gol (anotación) brasilero llegó temprano. Enseguida el ya nombrado antes Monumental de Núñez se enmudeció. La angustia se materializó en 40 millones de cuerpos argentinos. El sufrimiento, el pánico. El terror. La peor tragedia jamás imaginada ni por asomo, se hizo realidad.
En el entretiempo, nadie se movió de su asiento. Nadie quiso ir al baño, ni a comprar choripán. Plegarias, rezos, suplicios. Promesas. No existía ni una sonrisa de esas que aparecen en momentos difíciles como para descomprimir el ambiente. Nada.
Reanudó el partido, y enseguida llegó el segundo cachetazo. Y todos empezaron a creer lo que se venía. Y luego el tercer gol. Y el cuarto. Y el quinto. 5 – 0. El partido, por razones de seguridad, fue suspendido a los 9 minutos del segundo tiempo. Argentina podía jugar 48 siglos seguidos que no podía llegar a pasar mitad de cancha. La superioridad carioca fue inobjetable.
Suicidios en masa, saqueos, cortes de ruta, masacres y locura total invadió el país. El fútbol, la única desconexión sideral que teníamos los argentinos ante tanto desempleo, corrupción e injusticias diarias, nos dio un flor de disgusto.
Los sobrevivientes de la angustia, como decidieron llamarnos los medios, decidimos algo impensado: borrar el fútbol de nuestro país. Completamente. Todos deberíamos dejar todos los recuerdos relacionados con el mismo. Caravanas, canciones, viajes, alegrías y tristezas fueron depositadas en la Gran Fogata Reorganizacional. Fue (ahora que lo recuerdo) el día más triste a nivel nacional. Y personal, porque yo amé al fútbol.
Obvio que una simple hoguera no alcanzaba, porque cualquier contacto con el mundo nos recordaría a la pelotita, ya que donde sea que nos dirijamos, a la hora que digamos de dónde éramos, nos iban a contestar: “¿Argentina? ¡Maradona!”. Es por eso que decidimos borrarnos del globo terráqueo. Construimos un gran Domo para poder evitar todo contacto con el exterior y prevenir cualquier posible recuerdo. Todos los inmigrantes, personas no gustosas del fútbol a nuestro nivel, fueron previamente expulsados de nuestras tierras. Nuevamente, decidimos olvidar las causas de todo esto.
Habrá quienes saldrán a desmentirme. Habrá quienes me tratarán de demente, golpista. También algunos sentirán mucha certeza en mi relato, a tal punto de salir a crear una pelota hecha con bolsas de plástico. Pero si este texto no remueve ningún sentimiento en su interior, sépalo: debe consultar su origen, muy posiblemente usted sea un extranjero adoptado.

PD: estos párrafos no tienen nada que ver con la no Clasificación de mi equipo, Los Próceres Legendarios, a la final del Campeonato de Pato.

Borsalino


Ilolay (Facultad)




















Ilolay son (según un estudio de Clarín iEco) los lácteos más confiables del mercado. Pero su problema radica en la falta de personalidad, quizás debido a la poca continuidad que obtiene cada concepto comunicacional lanzado por la empresa.
Al mismo tiempo, en una encuesta realizada a la gente en el mismo estudio, la Confiabilidad es el principal atributo a tener en cuenta por los consumidores a la hora de elegir un lácteo.
Es por eso que la comunicación se basó en transmitir confianza (buena leche), con mensajes puros, no sólo a través de los titulares sino también mediante la pureza de la gráfica.